¿EL ARQUITECTO HA MUERTO?

Un arquitecto canario en Grecia

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– Detalle de la pérgola de entrada al «Jardín en Málgara», Tesalónica, 2011. Proyecto y dirección de obra de Óscar Aarón Rodríguez Ruiz.

Últimamente se debate en muchos foros españoles que el arquitecto ha muerto definitivamente por la llamada «crisis del ladrillo» y la actual «crisis económica de la deuda». Por otra parte, es evidente que la profesión está más viva que nunca para los arquitectos estrella de fama internacional, que excluyo por ser la excepción.

En la Europa de las primeras décadas del siglo XX el arquitecto asumió el liderazgo social, incluso revolucionario y liberador, sobre las nuevas formas de habitar gracias a los avances de la revolución industrial. Paradójicamente uno de los principales ideales de los arquitectos más sobresalientes de aquella época consistía en lograr diseños y sistemas constructivos que garantizaran el derecho a una vivienda digna para todos los ciudadanos, así como, ciudades más saludables y humanas. Pero después de las guerras mundiales el sistema económico que se impuso transformó la edificación en un mercado y la labor del arquitecto se convirtió en accesoria, incluso molesta. Hasta el lenguaje cambió porque lo que algunos arquitectos seguimos llamando edificación, ahora la sociedad actual lo llama «mercado inmobiliario». El siglo terminó con el dominio absoluto de los empresarios y los bancos sobre la dirección, la gestión y administración de la edificación y el urbanismo. Incluso algunos arquitectos convertidos en promotores contribuyeron en la vorágine del pelotazo inmobiliario. Desde entonces la honorable y respetada profesión de arquitecto de antaño sufre un enorme desprestigio social.

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– Bar restaurante «Psarokokalo» en la playa de Gritsa, Litójoro, al norte de Grecia. Julio del 2009 y junio del 2010. Proyecto y dirección de obra de Óscar Aarón Rodríguez Ruiz.

Allá por los años 90, cuando estudiaba en el infierno de la Escuela Técnica Superior de Arquitectura en España, la profesión de arquitecto ya tenía cáncer en avanzada fase terminal (con todos mis respetos a los enfermos de cáncer). Algunos de nuestros profesores nos advertían que nuestra generación vería la catástrofe del boom inmobiliario y que tendríamos mucha suerte si conseguíamos abrir nuestro propio estudio para vivir sólo de la arquitectura. En aquella época universitaria ya discutíamos el problema entre nosotros y sin ser plenamente conscientes de las consecuencias. Sin embargo, descubrimos que adquirir los conocimientos para ejercer la profesión de manera tradicional no era suficiente para poder subsistir en nuestra comunidad o en nuestro país. Entonces comprendimos desde nuestra inexperiencia que teníamos que agruparnos y reinventarnos la profesión, si queríamos vivir de nuestro trabajo como arquitectos autónomos en España, aunque todavía no supiéramos cómo hacerlo. También descubrimos que en la arquitectura hay muchos más niveles de categoría profesional de lo que pensábamos y muy distantes entre sí. Al mismo tiempo, identificamos la variopinta «tipología del arquitecto«; distintos tipos de arquitectos en función de las diferentes maneras de afrontar el ejercicio de la profesión.

Cuando por fin llegó la hora de salir de la universidad, me estrellé de bruces contra la realidad profesional. Efectivamente, hacía mucho tiempo que el arquitecto había dejado de ser el «director de orquesta» en el proceso de la edificación debido a las demandas de nuestra sociedad determinada por los imperativos del mercado inmobiliario. El arquitecto ya ni siquiera era un engranaje necesario en esta gran máquina de producir objetos de mercado. Y por si fuera poco, después de nuestra endémica crisis del ladrillo, llegó el fraude económico de la deuda donde el arquitecto ha sufrido también un gran deterioro laboral. En la actualidad, a parte de la élite de la arquitectura, hay muy pocos arquitectos de las nuevas generaciones que se pueden permitir el lujo de seguir ejerciendo la profesión de manera tradicional con éxito.

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– «Jardín en Málgara», Tesalónica. Agosto del 2011. Proyecto y dirección de obra de Óscar Aarón Rodríguez Ruiz.

En mi caso, para bien o para mal, no tuve la oportunidad de participar en aquel famoso boom inmobiliario. Ejerzo como arquitecto en Grecia desde finales del 2004 por circunstancias de la vida. Aquí la profesión de arquitecto murió hace muchos años para los menores de 40 años, y también desde el punto de vista social para todos los que todavía pueden mantener activo su estudio. Los ingenieros civiles son los profesionales que dominan el sector de la edificación y el arquitecto está relegado a asumir el papel de decorador o modelador de infografías en 3D. ¡No exagero! Por ejemplo; en este país existe la errónea creencia popular generalizada de que no es necesario contratar a un arquitecto para construir una vivienda. ¡Y eso que es obligatorio por ley la existencia del proyecto arquitectónico, obviamente firmado por un arquitecto! Esta paradoja solo se comprende conociendo una realidad cotidiana totalmente separada de la compleja y volátil legalidad griega.

¿Cómo sobrevivo ante semejante panorama? Desde que vivo y trabajo en la cuna del legendario Alejandro Magno me dedico básicamente a corregir problemas arquitectónicos; sobre todo, funcionales, de habitabilidad, de construcción y estéticos, en edificios ya construidos por otros profesionales no necesariamente arquitectos. Por eso, desde mi experiencia estoy convencido de que todavía hoy los arquitectos somos imprescindibles en la edificación. Y no solo para rehabilitar y reformar los edificios existentes deteriorados. De nosotros mismos; de nuestra indiscutible capacidad de trabajo, especialidad técnica y gran creatividad, depende que encontremos nuestro sitio y nuestra importancia en el mundo laboral. Por lo menos, para que las ciudades y los edificios sean más sostenibles y humanos. En este sentido, conviene recordar constantemente que el arquitecto por formación es tan especialista en las cuestiones técnicas de la construcción como en las humanistas. Cada vez me encuentro a más personas que se sorprenden al comprobar que los arquitectos también sabemos arte, historia, filosofía, sociología, psicología o antropología. Al fin y al cabo, la principal labor del arquitecto consiste en dirigir el proceso de creación del espacio donde vive el ser humano, que se dice pronto…

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– Reforma interior integral y rehabilitación de una vivienda unifamiliar adosada en Plagiari, Tesalónica. Diciembre del 2011. Proyecto y dirección de obra de Óscar Aarón Rodríguez Ruiz.

La profesión tradicional de arquitecto ha muerto para la mayoría de arquitectos que nos enfrentamos cotidianamente a innumerables dificultades. No basta con realizar trabajos burocráticos al servicio del Estado para poder subsistir. Ahora, además de ser profesionales impecables, nos vemos obligados a convertirnos en empresarios de nosotros mismos. Sin embrago, compruebo que la capacidad de trabajo y creatividad del arquitecto sigue viva, pero esta vez destinada a ofrecer y desarrollar proyectos de trabajo diferentes a los tradicionales, muy variados y multidisciplinarios. La profesión de arquitecto se ha diversificado y transformado radicalmente en los últimos 10 años en casi toda Europa. Además, el sector de la edificación también ha cambiado porque, entre otras cosas, cada vez se construye menos, aunque con mayores exigencias de eficiencia energética y de respeto al medio ambiente. Por consiguiente, nos corresponde a las nuevas generaciones reavivar la figura del arquitecto ante la sociedad, promoviendo una arquitectura y un urbanismo sostenibles, tal y como los arquitectos sabemos hacer y aunque tan solo sea por un plato de lentejas.

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