Una toponimia de Tesalónica
Para encontrar una respuesta con cierto rigor, propongo revisar brevemente algunos pasajes de la apasionante historia de la segunda ciudad más importante de Grecia.
Cuentan los historiadores que allá por el año 352 a.C. el rey Filipo II de Macedonia, padre del mítico Alejandro Magno, venció a su enemigo Licofrón II, tirano de Tesalia, en una de las batallas más sangrientas registradas de la antigüedad. Según la leyenda, Filipo recibió ese mismo día la noticia del nacimiento de una hija de su quinta esposa, o concubina, Nikisípolis de Feres (o Nicesípolis de Feras). Entonces Filipo ordenó que le pusieran de nombre «Tesalónica», en griego; Θεσσαλονίκη, uniendo las palabras Θεσσαλία (Tesalia) y νίκη (victoria), que significa «victoria sobre Tesalia», para conmemorar aquel día histórico del gran éxito en la campaña militar de expansión territorial de su reino hacia el sur de la Hélade.
Tres decenios después, en el año 316 a.C., la princesa Tesalónica fue tomada en matrimonio por Casandro, un general de su fallecido hermano consanguíneo mayor Alejandro Magno y que se autoproclamó Rey de Macedonia en un golpe de Estado en el año 305 a.C.
Fue Casandro de Macedonia quién fundó en el año 315 a.C. la ciudad con el nombre de Tesalónica en honor a la reina homónima y para conmemorar su matrimonio. Casandro eligió construir la nueva ciudad helenística en el mismo corazón del Golfo Termaico, donde se hallaba la antigua ciudad griega llamada Terma, en griego: Θέρμη (=Thermi), y cerca de una necrópolis con restos de la Edad de Bronce (2.200 a.C.) en la colina de Tumba, barrio donde vivo… Tesalónica gozaba de una situación geográfica estratégica al sur de los Balcanes, en una encrucijada de rutas comerciales por tierra y con un puerto seguro en el mar Egeo. Rápidamente se convirtió en una próspera metrópoli helenística decisiva para el Reino de Macedonia y segunda ciudad más importante después de su capital Pela (en inglés Pella y en griego Πέλλα).
En el año 168 a.C. los romanos convirtieron el reino de Macedonia en una provincia dividida en cuatro partes (meri o merides). La ciudad fue la capital más poderosa de las cuatro merides, y durante el siglo III d.C. alcanzó su máximo esplendor como sede de la tetrarquía del emperador Galerio (Gaius Galerius Valerius Maximinianus), cuyo legado arquitectónico podemos admirar en parte todavía hoy. En aquella época, la incipiente comunidad cristiana de Tesalónica era tan importante que la mismísima Biblia le dedica dos libros del Nuevo Testamento atribuidos al apóstol Pablo y titulados «Cartas a los Tesalonicenses».
A partir de principios del siglo IV d.C., Tesalónica adquirió renovada importancia con una nueva fortificación perimetral y un nuevo puerto artificial durante la administración del emperador Constantino I el Grande, legalizador del cristianismo y fundador del Imperio Romano de Oriente (actualmente conocido con la expresión «Imperio Bizantino», creada por el historiador alemán Hieronymus Wolf en el siglo XVI y popularizada por autores ilustrados franceses, como Montesquieu, a partir del siglo XVIII). Durante este periodo Tesalónica se convirtió en la segunda ciudad paleocristiana más importante del llamado Imperio Bizantino por los bizantinistas, rivalizando con la misma capital Constantinopla. Teodosio I estableció su sede imperial en la ciudad y declaró obligatoria la fe cristiana con su famoso «Edicto de Tesalónica» del 28 de febrero del año 380. Y diez años después, ordenó la llamada «Masacre de Tesalónica» como represalia de una anterior revuelta popular, en la que asesinaron despiadadamente a más de 7.000 ciudadanos en una trampa sangrienta cuando asistieron a unos supuestos juegos en el hipódromo de la ciudad. Precisamente, gran parte del legado de este periodo histórico convierte a la Tesalónica actual en la ciudad helena contemporánea con el mayor número de monumentos Patrimonio de la Humanidad declarados por la UNESCO. ¡Más que la mismísima Atenas!
Sin embargo, la Edad Media trajo también la oscuridad a la toponimia de la ciudad en un contexto de ruptura consciente con la antigua cultura politeísta por el poder monárquico y religioso cristiano, y por las sucesivas incursiones extranjeras durante los doce siglos de agitadísima hegemonía del Imperio Bizantino. Tesalónica fue asediada por los eslavos, saqueada por los árabes, también por los normandos, y vendida a los venecianos… ¡Hasta hubo cruzados! Los ejércitos de la Cuarta Cruzada fundaron el fugaz «Reino de Tesalónica» entre 1204 y 1224, justo después de la caída de Constantinopla. La ciudad fue la capital del mayor de los Estados Cruzados dependientes del Imperio Latino o «Imperium Romaniae» en los territorios bizantinos conquistados temporalmente. Todo esto explicaría la existencia de por lo menos trece variantes medievales distintas del nombre de la ciudad según el historiador británico y profesor titular de historia en la Universidad de Columbia de Nueva York, Mark Mazower.
A partir de 1430 la Tesalónica bizantina fue sometida definitivamente por la ocupación del Imperio Otomano durante los siguientes 482 años. Primero la llamaron oficialmente «Selānīk», en turco otomano, y más tarde «Selânik», en turco moderno. Así la conocieron los judíos expulsados del reino de Castilla, Aragón y Granada por los reyes católicos en el señalado año de 1492 y la llamaron en ladino «Selanik». Parece ser que la Tesalónica otomana fue la única ciudad europea que acogió a los sefardíes con las puertas abiertas. Rápidamente corrió la voz entre los sefardíes repartidos por toda Europa y la mayoría emigraron otra vez para instalarse en Tesalónica. En el siglo XVI los sefardíes ya sumaban el 68% de la población total de la ciudad, y contribuyeron decisivamente a reconvertirla en una metrópolis moderna, comercial y cosmopolita que competía con la mismísima capital del imperio. Por eso, no es de extrañar que aquella Selanik se ganara los apelativos de la «Jerusalén de los Balcanes» o la «República Judía», aunque esto es otra historia…
En los siglos siguientes, los habitantes búlgaros de Tesalónica la llamaban «Sólun», que viene del eslavo Солун, y los burgueses europeos la dieron a conocer en sus países de origen con variantes del nombre turco en sus respectivos idiomas: «Salonicco» en italiano; «Salonica» en inglés; «Salonique» en francés; «Salónica» en catalán y castellano… Todavía hoy se conservan en colecciones públicas y privadas innumerables grabados y postales de la ciudad con estos nombres, y que se distribuyeron como souvenires por cada rincón de Europa entre finales del siglo XIX y principios del XX.
Y por fin, la tradición histórica helena nos cuenta que la ciudad fue liberada de la «Turcocracia» en 1912 y los griegos recuperaron oficialmente su nombre helenístico y fundacional ante la comunidad internacional. Incluso en 1937, por un Decreto Ley griego, el nombre popular Σαλονίκη (Saloníki) fue restituido legalmente por Θεσσαλονίκη (Thessaloniki); Tesalónica en el idioma de Cervantes, y desde entonces es otra vez el nombre oficial de la ciudad.
A pesar de lo que nos enseñan los historiadores, todavía observo que elegir cómo nombrar a la ciudad sigue siendo un auténtico lío para muchos hispanohablantes. Por ejemplo, hoy Grecia vuelve a estar muy de moda en los medios de comunicación de toda Europa por el ascenso histórico de Syriza al Gobierno y por sus negociaciones con el Eurogrupo, el BCE y el FMI sobre la implacable deuda. Tanto es así, que el nombre de la histórica ciudad que nos ocupa también aparece mucho últimamente entre el ruido de la prensa en español cuando se refiere al «Programa de Salónica» con el que Alexis Tsipras ganó las pasadas elecciones generales del 25 de enero del 2015. Este programa se llama así porque se firmó en Tesalónica. Entonces; ¿por qué no llamarlo «Programa de Tesalónica»?
Según el Diccionario panhispánico de dudas, ambas formas en castellano son válidas, así que el usuario decide cuál escoger, aunque Tesalónica, como ya sabemos, es «la más cercana al original griego Thessaloníki». Por otra parte, en la literatura se suele utilizar Tesalónica para referirse a la ciudad histórica, y Salónica para la ciudad de la época romántica y moderna, aunque el gentilicio que corresponde a las dos formas es solo tesalonicense. Por su parte, el Diccionario de la lengua española (22ª edición de 2001, 2012), define tesalonicense y tesalónico, ca (de Tesalónica) como «1. Natural de Tesalónica. 2. Perteneciente o relativo a esta ciudad de Grecia». Por el contrario, no aparece la palabra Salónica por ninguna parte del diccionario, y por eso el corrector automático de los procesadores de texto digitales la subraya como falta ortográfica.
El castellano es una lengua viva y, como tal, el uso del hablante es determinante. También entiendo los imperativos de la economía del lenguaje, no obstante, omitir la primera sílaba de Tesalónica podría contradecir la legitimidad de los propios griegos tan preocupados por su identidad. Además, también podría contribuir a que olvidáramos gran parte importante de la historia de la emblemática capital actual de Macedonia Central. Por consiguiente, y con el constructivo afán de recuperar la memoria y el sentido común con las palabras, permitan ustedes que los habitantes de la novia del Golfo Termaico prefiramos llamarla por su nombre de mujer.
Bibliografía:
– TOURATAOGLOU, I. Macedonia. History – Monuments – Museums. Ekdotike Athenon S.A. Atenas, 2004, páginas 61 – 133. ISBN: 9602133309.
– MAZOWER, M. Salonica, City Of Ghosts. Christians, Muslims And Jews 1430 – 1950. Harper Perennial, Londres, 2004, capítulo I; Conquest, 1430, p. 15 – 30. ISBN: 0007120222.
– OLALLA, P. Historia menor de Grecia. Una mirada humanista sobre la agitada historia de los griegos. Acantilado. Barcelona, 2012, página 149.
– TSIROGLOU, D. Ο Λευκός Πύργος. SAVVALAS. 2000. ISBN: 9604605275.
– Página Web oficial del Ministerio de Cultura y Deportes de la República Helénica ODYSSEUS: http://odysseus.culture.gr/h/3/gh355.jsp?obj_id=9701